Después de que su esposa lo abandonara, un hombre y su única hija pequeña solían vivir juntos. La amaba mucho y vivió su vida sólo para ella.
Un día su hija se enfermó y su papá se aseguró de darle los mejores cuidados médicos, sin importar el costo. Lamentablemente la pequeña niña no mejoraba, Todos los esfuerzos del padre resultaron inútiles y la niña murió.
Después de su muerte, el padre cayó en una profunda depresión, se alejó del mundo y se encerró en su casa, solo y destrozado por la muerte de su pequeña hija.
Pero cierta noche tuvo un sueño.
Estaba en el cielo presenciando un grandioso desfile de todos los ángeles. Todos marchaban en una línea aparentemente interminable hacia un trono blanco.
Vio que todos los angelitos iban vestidos de blanco y llevaban consigo una vela blanca encendida. Después de algún tiempo se dio cuenta de que la vela de una niña no estaba encendida. Entonces vio que esa pequeña era su propia niña.
Se apresuró hacia ella y la tomó en sus brazos.
Él la acarició con amor y preguntó: “Mi ángel, ¿cómo es que sólo tu vela no está encendida?“
Ella respondió: “Padre, varias veces la vuelven a encender, pero tus lágrimas siempre la vuelven a apagar”.
Justo después de que este hombre despertó de su sueño, supo que lo que debía hacer. Desde aquel día, ya no era un recluso de su propia tristeza, sino que decidió salir adelante. Porque ahora ya no dejaría que la vela de su querida ángel fuera extinguida por sus lágrimas.
Moraleja:
Incluso si perdemos a alguien, la vida continúa.
No debemos herir el alma de nuestros seres queridos que han partido viviendo una vida triste y sola. Debemos vivir la vida con alegría y abrazar lo que viene a continuación.
Fuente: Perfecto.guru